
OK, vale, me he pasado pero creo que he atraído tu atención.
El Product Placement es una herramienta y estrategia presente en la industria de la TV, las series o el cine que es empleada por las diferentes productoras para rentabilizar aún más su trabajo y abrir la puerta a que, de manera secundaria (en principio), diferentes empresas comuniquen el valor de sus marcas. Una aparente relación win-win entre todas las partes.
Sin embargo su abuso puede dañar el arte de lo audiovisual al atacar y debilitar lo que más importa, la historia y mensaje que se transmite a través de este medio.
El caso que me viene a la cabeza y me ha animado a redactar este post es Modern Family. Una serie de éxito donde se observa, en mi opinión, un abusivo empleo del Product Placement. Los variopintos personajes que componen la familia de la serie han viajado, a lo largo de toda la serie, a Las Vegas dos veces (con aparición y mención explícita de un casino local), volar a Hawai (a un hotel en concreto bien señalado) y a Australia. Además de grabar un capítulo entero desde un MacBookAir mostrando los diferentes servicios de Apple, mención a grandes universidades estadounidenses y aerolíneas concretas, aparición de última tecnología en alza como los drones, etc.
El problema es que tanto empleo de esta estrategia quita contenido y profundidad al mensaje e historia que se reproduce en cada capítulo, dándole mucho (más bien demasiado) protagonismo a lo que se vende en cada capítulo generando, a veces, una sensación de que Modern Family es la historia de una familia “un tanto snob” con un marcado carácter consumista.
No tergiverséis mis palabras. Me gusta la serie y me encanta la regeneración vivida del actor de Ed O’Neill (Jay Pritchet), alejándolo del personaje amargado de “Matrimonio con hijos” que interpretó en el pasado.
La crítica está hacia la propia situación de la industria donde esta serie vive un caso de muerte por éxito. Son sus grandes resultados en las temporadas pasadas las que encarecen los salarios y servicios de sus actores y, para seguir siendo rentable la serie, la productora opta por el Product Placement para solventarlo. No sería primera vez que el aumento abusivo de los salarios exigidos de los actores pusiese en peligro una serie (Los Simpsons).
Al otro lado está El Príncipe Bel Air. Cuenta también la historia de una familia de origen humilde que a través del trabajo de su padre avanza en la escala social y gana capacidad adquisitiva. Viven en el mejor barrio de Los Ángeles (mientras que los miembros de Modern Family viven en las afueras), sus hijos van a colegios de prestigio, tienen una gran casa para esa época e incluso tienen los servicios de su carismático mayordomo, Geoffrey.
Claramente es una familia comparativamente superior a la de Modern Family desde el punto de vista de poder adquisitivo, en diferentes contextos históricos, pero claramente “con más razones para ser snobs” aunque en aquella época la inexistencia aparente del Product Placement en la industria hizo que dicha sensación no se plasmase (o eso opino yo).
No es que el Product Placement sea malo pero se necesita un equilibrio justo para que el marketing no gane importancia en el producto, mensaje y arte creativo que supone contar algo por medios audiovisuales televisivos.
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