
Lo siento. Pido perdón en nombre de todos aquellos marketeros y marketeras que hacen un muy mal uso de este precioso y beneficioso arte que es el marketing. Perdón por todas aquellas veces que han intentado y conseguido engañar a las personas que, de muy buena fe, se han creído todas y cada una de las palabras que oían o leían sobre algún producto y que, finalmente, todo era mentira. Hay personas así en todas partes y profesiones, y no por eso hay que tachar de estafa a una herramienta tan útil como lo es el marketing. Pero aun así, os pido disculpas a todos. Hay que ser muy poco hombre (y que me perdonen si alguien se siente ofendido por la expresión, pero es solo eso: una expresión) para defraudar a los más desprotegidos. Y en esta profesión, los más desprotegidos son los clientes. Hoy quería hablaros, en especial, de las madres, ya que su día ha sido hace muy poco.
Como todos sabemos, toda buena madre quiere siempre lo mejor para sus hijos e hijas. Se sacrifican para ello. Ponen siempre por delante el bienestar de sus retoños al suyo propio. Y, por eso mismo, pueden decidir comprar diversos juegos y/o programas educativos para que se desarrollen bien y ¿por qué no? Ya de paso, si así se consigue que en un futuro puedan afrontar los problemas mejor, bienvenidos sean. Eso debió pensar Julie Aigner-Clark cuando fundó la empresa The Baby Einstein Company en 1996. Esta madre georgiana (EE.UU) pensó que una serie de videos y una gama de juguetes serían el “nova más” de la educación para bebés. Y así debió parecerles a Walt Disney Company para comprar la empresa en 2001, ya que no solo los calificó de “educativos”, sino que juraban y perjuraban que incrementaban el intelecto de los bebés.
Fue un bombazo. Geniales estrategias de marketing y dirección las que se llevaron a cabo mundialmente para que estos productos llegaran a 1 de cada 3 bebés de entre seis meses y dos años de edad. Si nos dicen que es beneficioso para nuestro bebé y tantas madres lo compran, debe ser bueno, ¿no? Pues no podríamos estar más equivocados.
Este éxito, aparentemente bien merecido, se hizo eco en un grupo conocido como ‘Campaña para una Infancia sin Anuncios’, que en el 2006 acudió ante el órgano competente para denunciar que estos vídeos no son educativos. ¿Os imagináis qué pasó luego? Ganaron la demanda, y Walt Disney Company tuvo que reembolsar el dinero de los vídeos adquiridos desde 2004. Por su parte, la compañía Baby Einstein ofreció devolver el dinero de hasta cuatro DVDs por hogar. En su página web, la directora general de Baby Einstein Company, Susan McLain, afirmó que los vídeos de la empresa nunca se promocionaron como “educacionales”.
Todo resulta bastante ilógico, ¿no os parece? Vender juegos y videos para que los bebés aprendan y, además, aumentar el intelecto de los mismos pero a la primera de cambio decir que jamás se dijo que fueran educacionales. No sé ustedes, pero yo los llamaría así, si no milagrosos. Lo que son capaces algunos para vender… lo que son capaces de hacer para escaquearse…
Pero este es solo un ejemplo más. Hay un video que se hizo viral donde aparece un bebé de unos 16 meses que es capaz de leer una serie de tarjetas que el padre le pide. ¿Es capaz de leer o simplemente asocia lo que el padre le dice con las tarjetas que, con anterioridad, habrán practicado? Como siempre, el debate queda abierto.
Hay cosas con las que, en mi humilde opinión, no se debería jugar, y mucho menos utilizar a los bebés y los sentimientos de una madre hacia ellos para estafar y vender. Como consejo personal, antes de comprar cualquier producto o alquilar cualquier servicio deberíais informaros a fondo sobre el mismo. No todo el mundo es como esta gente, pero nunca se sabe.
Una vez más, lo siento.
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